viernes, 24 de septiembre de 2010

La casualidad de mi vida

Casualmente estoy aquí para hablarle tan sólo de casualidades o tal vez no sea un azar mi presencia pero, ¿quién sabe?


A mi padre le gustaba citar a Alphonse de Lamartine, poeta francés quien disfrutaba afirmar que la casualidad nos brinda aquello que no se nos hubiera ocurrido pedir. Su vida, la de mi padre, estuvo hasta el último segundo plagada de jugarretas del destino que atentaron sin tregua contra sus planes ya forjados.


Para bien o para mal siempre fue algo que le causo más risa que otra cosa, no hubo aspecto que no fuera alterado por la mano de Tique, hasta su muerte llegó a estropear una serie de actividades acordadas, que él con el peso de una premonición afirmó que no había por qué aferrarse al cumplimiento de las mismas puesto que todo cambia y se derrumba sin la menor provocación. Sin embargo, su romance con la casualidad no fue enteramente malo, uno podría decir que al contrario. Fue genuinamente una suerte que sobreviviera a la Revolución Cubana, un error administrativo su escape de prisión, un azar su llegada a México y una verdadera broma la forma en que conoció a mi madre.


En lo que a mí respecta, siempre me gustó refutar a su poeta francés con mis propios pensamientos al respecto. La casualidad para mí siempre fue el resultado de nuestras acciones y que todo lo que nos sucede no es más que el efecto de las decisiones tomadas. Pero hoy, mientras escribo esto y pienso sobre mis 23 años, me doy cuenta que no he tenido un control en los aspectos más grandes de mi vida.


Aquí, querido lector realmente no tengo la verdadera intención de jugar a la víctima de las circunstancias, mi vida hasta el día de hoy ha sucedido sin percances y es considerada, hasta para el que ha visto mis peores momentos, una vida buena. Lo que apreció por otro lado es que muchos de mis problemas se han solucionado simplemente, disculpe el cliché, porque me encontré en el lugar y momento adecuando. Lo mismo ha sucedido con mis grandes oportunidades, por supuesto muchas han sido logradas por mis propios méritos, pero ha habido más de una que simplemente parecía estar esperando a que yo la tomará.


Así es que al día de hoy, he llegado una vez más a la conclusión de que no sé nada de la vida y mucho menos si nuestro encuentro ha sido meramente casualidad.