domingo, 1 de mayo de 2011

El mundo perdido

Siempre he querido saber a dónde van las cosas perdidas y aquí no me refiero a tu sentido de la moral que no ves desde la secundaria o tu virginidad o tu buen gusto. Hablo de manera muy literal sobre las millones de plumas que he perdido, aquella chaqueta que olvide en la kermes de la primaria y al burro de plástico que tire camino al kinder cuando tenía 4 años.

A veces me sorprendo pensando en sus inanimadas vidas y esperando que hayan encontrado un buen hogar con alguien mucho más comprensible que yo y quien sin duda les brindaría un mejor cuidado. Pero en otras ocasiones me siento mal por que se que probablemente no fue así. En otras me siento tonta por que ni Toy Story ni el pequeño tostador valiente son reales y las cosas no tienen sentimientos ni sueños de reencuentro con sus pasados dueños.

Entonces así es mi querido lector, efectivamente, a veces paso mis tardes pensando que la infinidad de transportadores que perdí en la secundaria viven en una granja para artefactos geométricos al norte del estado, trazando ángulos hasta encontrar la felicidad. Y déjeme decirle que usted no se encuentra en posición de juzgarme ¿Por qué? Pues por qué se lo prohíbo.

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